Los hilos de Pilar Vigil evocan sus memorias

Pilar Vigil  percibe un buen día sus manos ofreciendo. Esas, sus manos, que además repiten el gesto de alzarse hacia el cielo: todo esto la desconcierta. Otro día descubre la vasija de trapo, contenedora, a la que siente como metáfora de la actitud de ofrenda, abierta a la vida.

Lo que puede desconcertar a Pilar lleva a quien escribe a pensarla en su infancia. Su familia de origen es europea y su formación universitaria ha sido catalana. Pero Pilar nació en Lima, Perú. Allí siguió la escuela primaria, bebió su agua, pisó sus arenas y sus piedras, jugó con los niños del lugar. Respiró el aire de la tierra que dio las más brillantes culturas de las civilizaciones del Perú antes de la invasión española. 

La ofrenda ha existido en todas las civilizaciones, pero en el Perú donde reinaban los Incas se ofrendaban a los dioses los tejidos más valiosos. El “cumbi”,  tejido de calidad suprema, se destinaba a la persona del Inca y a la ofrenda de los Dioses, quemándose en los altares. 

Es por este motivo que la autora aventura que Pilar desde su nacimiento estuvo ligada de alguna forma al textil. El textil es el convocante de su memoria. Y la de su infancia se generó en la tierra del arte mayor de los Andes: el textil. Conocedora de la herencia textil andina, cada puntada de Pilar es un destello de su memoria. El hilo es el camino que la conduce, en el textil están inscriptos sus pasos. En esta exposición se percibe el don de sí misma: la seguimos llevando sus ofrendas.

Gracia Cutuli
Artista visual
Miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes