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Nosotras, Paula Isola y Laura Giusti, nos conocimos en el taller de Graciela Lescano, y es allí donde empezamos a imaginar las primeras aventuras. Graciela, además de una generosa maestra, es una anfitriona excelente, así que entre cenas y vinos fueron surgiendo ideas y desafíos. Empezamos a soñar con mostrar en nuestro territorio lo que hacíamos. Para hacernos lugar en medios donde no nos conocían ni nos entendían (público, museos, arte, periodismo, nuestras propias familias), había que empezar a trabajar en conocernos y entendernos nosotros mismos. Pequeños arroyos comenzaron abrirse paso, a confluir, a modificar de a poco el clima del arte y la joyería latinoamericana.

En todos estos años hemos juntado muchas anécdotas, a veces lloramos, en general nos reímos, hay historias de viajes interminables, de valijas llenas de joyas y ningún vestido, de aviones perdidos, de conocer personas maravillosas, de lidiar con los imprevistos…

En el ámbito de la joyería contemporánea latinoamericana muchos saben cómo es el trabajo de gestión: todo se hace a pulmón. Nosotras organizamos la Bienal, tomamos las decisiones, limpiamos los vidrios de las vitrinas, diseñamos el catálogo, organizamos la difusión, contestamos los mails, nos entrevistamos con las autoridades, hacemos las cuentas, gestionamos espacios, ordenamos la información, buscamos financiamiento, compramos los vasos de la inauguración, llevamos manteles de nuestras casas… nuestras respectivas familias nos odian y nos aman según cuanto tiempo falte para la inauguración.

Hoy, más de diez años después, nos alegra y enorgullece ver cómo aquellos arroyos recibieron afluentes y lluvias que los hicieron cada vez más caudalosos, se abrieron cauces y se va formando una cuenca latinoamericana viva y frondosa, como el Amazonas.

Creemos, sobre todo, en el encuentro y en la construcción colectiva. Creemos que las relaciones se fortalecen en el intercambio, y que lo que se genera es alimento no sólo del arte y de la identidad, sino de todo el amplio espectro de aspectos de la vida misma. Nos nutrimos de esos intercambios, así como se nutre el suelo con el agua del arroyo, y éste con la lluvia que se vuelve arroyo ella misma.

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